Este fin de semana me dejé llevar por un sentimiento que nada me agradó. Me encontré sintiendo algo que no quiero sentir, pensando lo que no quiero pensar, comportándome como no me quiero comportar y casi tomé una decisión que no quería tomar. Ayer, cuando por fin todo se estaba calmando después de ese remolino de sentimientos que pasó por mí, me sentí decepcionada conmigo misma. Decepcionada por no haber podido controlar mis sentimientos y por haberme dado cuenta que lo que yo estaba haciendo no era correcto y que tampoco coincide con mi manera de pensar. Y fue cuando leí esta frase de un escritor portugués muy conocido, Fernando Pessoa, que me di cuenta lo ridícula que había sido.
“Poseer es perder. Sentir sin poseer es guardar, porque es extraer de algo su esencia.”
“Poseer es perder. Sentir sin poseer es guardar, porque es extraer de algo su esencia.”
Poseer la vida de quien amamos como si fuera de nuestra propiedad es uno de los actos más egoístas que puede haber en una relación. Cada uno pertenece exclusivamente a sí mismo y a nadie más. La libertad es un derecho y un ideal de todos, y nadie jamás puede renunciar de ella. A veces amamos tanto a una persona y tenemos tanto miedo de perderla, que acabamos obsesionados en tener total control sobre su vida. Intentamos hacer con que haga exactamente lo que queremos que haga y no lo que ella quiere hacer. Exigimos que esté 24 horas por día disponible para nosotros, pero nos olvidamos que esa persona tiene su propia vida, sus responsabilidades, sus obligaciones, sus compromisos y sus hobbies. En la mayor parte del tiempo nos olvidamos de que amar es libertar, es dejar que esa persona se sienta a gusto de tomar sus propias decisiones sin que sea juzgado, que tenga la libertad de salir con sus amigos y divertirse sin ser reprochado, que tenga la libertad de tomarse un poco de tiempo para sí mismo y para hacer sus cosas sin que reclamemos. No hay nada mejor que estar con quien se ama, pero para que una relación no se desgaste y la persona quiera estar contigo sin encarar ese momento como una obligación, hay que haber espacio para ambos lados. No es porque se está con alguien que debe dejar su vida social hacia un lado. Por ejemplo, muchas parejas cuando se casan, acaban dejando hacia un lado sus amigos, sus hobbies, sus profesiones y hasta su vanidad para dedicarse solamente al matrimonio, pero se olvidan que el matrimonio no se trata de una prisión, un castigo y si una unión entre dos personas que se aman. Y muchos acaban haciendo del matrimonio un martirio.
El amor debe ser libre como a un pajarito. Es una cobardía ponerlo en una jaula, en un espacio tan reducido, cuando tiene toda la amplitud del cielo para volar libremente. Nada ganamos al intentar poner a la persona que amamos en una jaula con la intención de protegerla y proteger el amor que ella siente por nosotros. Al hacerlo estamos sufocándola y es imposible vivir en una relación donde no se pueda respirar. Para que una relación sea saludable y verdadera hay que haber amor, lealtad, complicidad, respeto, reciprocidad y espacio. Si no damos espacio a quien amamos no tendremos ninguna de las otras cualidades anteriores. Al aprisionar la persona amada la estamos privando de ser ella misma, de expresarse libremente y nadie quiere estar en una relación donde nos priva de las cosas más preciosas que tenemos en nuestras vidas. No podemos y ni tenemos el derecho de querer controlar a quien amamos. Esa sed insaciable de poseer el otro nos lleva al sufrimiento, a la tristeza, no nos deja vivir en paz ni con quien amamos y ni con uno mismo. Es lógico que libertad tiene su límite. No es porque te dieron libertad que puedes simplemente hacer “todo” lo que se te da la gana. Puedes hacer todo, siempre y cuando respetes a la persona con quien estás.
“Poseer es perder. Sentir sin poseer es guardar, porque es extraer de algo su esencia.”
Fernando Pessoa
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